Según la ancestral leyenda, el significado del nombre Guápulo se relaciona con un lugar sagrado. Se dice que en 1696 aquí se dio una aparición de la Virgen María, que según los muchos que la vieron y transmitieron el evento de generación en generación, la imagen se presentó posada sobre una nube en medio de las dos colinas, sobre la hondonada de Guápulo y el camino a las tierras bajas o valles del sol (Tumbaco, Cumbayá, Yaruquí y otros).
En la meseta principal se sitúa la iglesia de Nuestra Señora de Guápulo, edificación del siglo XVI que posee un rico valor artístico y cultural por ser uno de los lugares trabajados por destacados artistas de la afamada escuela quiteña, como Miguel de Santiago y su hija Isabel, Diego de Robles, Nicolás Xavier Gorívar, Manuel de Samaniego, entre otros.
En la sacristía de la iglesia se exhiben los cuadros de los milagros de la Virgen de Guápulo, del pincel de Miguel de Santiago. El púlpito es obra de Juan Bautista Menacho. La fachada del templo reproduce algunos elementos del templo franciscano, aunque las flores labradas en piedra y la espadaña introducen el barroco».
Las investigaciones más precisas sitúan a Guápulo como una joya arquitectónica del siglo XVI. Varios arquitectos estuvieron frente a su construcción y desde finales de dicho siglo fue un lugar sagrado de peregrinación. La devoción a la Virgen de Guadalupe, propia de esta iglesia, fue traída por los conquistadores españoles, muchos de ellos extremeños y por lo tanto fieles a la Virgen del Monasterio de Guadalupe, situado en la provincia de Cáceres.
Según las informaciones disponibles, la talla de la Virgen del altar central fue encargada al escultor toledano Diego de Robles, mientras que el policromado fue obra del pintor Luis de Ribera. Gracias a las limosnas y donaciones recogidas se pudo levantar Guápulo y adornarlo con las mejores obras de artistas muy reconocidos.
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