En 1823 la llamada Mansión Carcelén pasó a manos de Mariana Carcelén de Guevara y Larrea. Pocas semanas después de que la Marquesa contrae matrimonio con el héroe independentista Antonio José de Sucre, el 20 de abril de 1828, éste adquirió la esquina del palacio marquesal por 24.000 pesos para establecerse cuando regresara a Quito, después de su periodo como presidente de Bolivia.
Los estudios de ingeniería que había realizado el Gran Mariscal de Ayacucho, le permitieron ordenar algunas adecuaciones en la casa mediante planos que le habían sido enviados por su apoderado, el general Vicente Aguirre; uno de estos cambios era el uso del color azul real para resaltar las molduras de los patios interiores, razón por la que la gente empezó a llamarla Casa Azul. También se encargaron muebles a Europa, aunque estos llegarían solamente después de la muerte del Mariscal.
A la muerte de Sucre, la mansión sería heredada por su pequeña hija Teresa, tal como se había estipulado en el testamento que había redactado antes de su partida al congreso que intentaría salvar inútilmente la Gran Colombia (1830). Sin embargo, la niña murió al caer del segundo piso de la casa en 1831, regresando la propiedad a manos de su madre, Mariana, quien se había vuelto a casar con el general Isidoro Barriga y López. La marquesa murió en 1861, siendo único heredero su hijo Luis Felipe Barriga y Carcelén de Guevara, quien estaba casado con Josefina Flores Jijón, hija del general Juan José Flores, primer presidente de Ecuador.
El alto estilo de vida que llevaban Luis Felipe y Josefina ocasionó vicisitudes económicas que debieron solventar con el fraccionamiento y venta de la mansión. La primera parte, ubicada al extremo sur de la manzana sobre la calle Venezuela, y que se la reservaron para sí mismos; acabó siendo heredada más adelante por parientes de Josefina. La segunda, que seguía a la anterior por el norte, se la debieron entregar a Francisco Espinosa Fabara por favores recibidos de su parte. Finalmente, la esquina norte, que constituía la parte más importante de la mansión y donde se encuentra el actual museo, fue rematada en la escribanía del Dr. Cosme Salazar; siendo adquirida por Ramón Paz y Miño en 28.000 pesos.
A la muerte de Ramón Paz y Miño, la ahora fraccionada casa es heredada por su esposa, Alejandrina Cabezas, quien contrajo nuevas nupcias con el español Gustavo Barba Segalerva y Linares. En 1953 Carmelita Barba Segalerva y Cabezas heredaría la propiedad, que pasaría finalmente a su propia hija, Carmela Barba Segalerva y Gómez de la Torre. En 1970, la Honorable Junta de Defensa Nacional gestiona la adquisición del inmueble a su última propietaria, pagando por él una suma de tres millones de sucres durante los gobiernos de José María Velasco Ibarra y Guillermo Rodríguez Lara.
En 1972 se inició la recuperación integral del inmueble por parte del Ministerio de Defensa. Los trabajos estuvieron a cargo del arquitecto Andrés Peñaherrera Matheus, que coincidencialmente estaba emparentado con los antiguos Marqueses de Solanda, y quien reinterpretó las cartas enviadas por Sucre a su apoderado, recuperando las estancias históricas de la mansión.1 El 24 de mayo de 1977 se abre formalmente al público la edificación convertida en un museo dedicado a la memoria de la familia Sucre-Carcelén. Nuevos y más minuciosos trabajos de restauración y museología se llevaron a cabo en la primera década del siglo XXI, a cargo del FONSAL, siendo reinaugurado el 24 de mayo de 2008.
Sucre, de origen venezolano, llegó a Ecuador en 1821, con sólo 26 años de edad, enviado por el Libertador Simón Bolívar. Hasta hacía muy poco había sido ministro de Estado del Libertador en el gobierno de la Nueva Granada.
Dirigiendo una tropa de casi dos mil hombres, Sucre logra vencer en las faldas del Pichincha a las fuerzas españolas, el 24 de mayo de 1822, tomando entonces Quito.
Después de participar en varias batallas en los países bolivarianos, entre ellas la libertadora peruana de Ayacucho, y de ser presidente de Bolivia por dos años, Sucre regresó a instalarse en Quito junto con Mariana Carcelén, marquesa de Solanda. Su deseo era vivir allí, ya que en alguna carta había manifestado lo siguiente: «Quiero que cuando muera se arrojen mis restos al cráter del Pichincha».
Pero la vida heroica de Sucre fue bruscamente rota con su asesinato, al volver de Bogotá a Quito, el 4 de junio de 1830. Esa noche fue emboscado y muerto en las montañas de Berruecos, a manos de un grupo de sicarios enviado por sus enemigos políticos.
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